viernes, 26 de enero de 2018

Coco (Lee Unkrich, 2017)

Imparable, cálida, emotiva 


Que es una época de radical monotonía para el cine de Hollywood es algo comprobable en la profusión de películas de superhéroes, remakes, secuelas y continuaciones interminables, spinoffs y reboots de sagas añejas. Pero en los últimos años el cine de animación familiar se ha convertido en uno de sus nichos más creativos (y lucrativos). La excelencia de los estudios Pixar abrió mercados y al mismo tiempo colocó el listón de la creatividad tan alto que Disney (sin Pixar), Dreamworks y otros estudios debieron volcar todo su empeño para competir a su altura. Pero para la industria es imperioso buscar constantemente fuentes de inspiración, y hoy parece tocarle el turno al exotismo de la cultura de otros países; por fortuna en la actualidad ya no tiene cabida una mirada paternalista como las de antes, y ni en Moana, (ambientada en las islas del Pacífico), ni en Kubo (en el Japón feudal), ni en El árbol de la vida (México) hay personajes estadounidenses que aparezcan como vehículos de identificación con el mundo “civilizado”. Incluso Disney sacó el año pasado la película de acción real Reina de Katwe (ubicada en Uganda), haciendo otro aporte a la diversidad; cierto es que el idioma hablado en todas estas películas es un inglés con entonación, pero esto parece inevitable en productos orientados principalmente al público infantil. 
Lo interesante es que en ellos puede percibirse una investigación real previa sobre la cultura, las formas de vida y las tradiciones de las zonas representadas. Una tendencia que, además, no puede dejar de verse como una jugada cultural opositora a los discursos xenófobos y retrógrados hoy emanados desde la Casa Blanca. Alejados del paradigma blanco, en esta película los personajes son todos mexicanos, morochos y hasta tienen rasgos aztecas, y en prácticamente todos los diálogos se cuelan palabras en español. 
La historia tiene puntos de similitud con El libro de la vida: el protagonista se gana el rechazo de su familia por su amor a la música, accede involuntariamente al mundo de los muertos y debe pedirles ayuda a ellos para volver a su hogar. Hay otras similitudes pero son más bien estéticas: como ambas se centran en las celebraciones del Día de los Difuntos, la iconografía es similar. El director Lee Unkrich (director de la excelente Toy Story 3) impone un ritmo imparable e inunda la pantalla de mariachis, calaveras, flores de cempazúchitl; colores chillones y flúo contrastan con los violetas, negros y añiles de la noche. 


Contrariamente a lo que puede pensarse a priori, el título de la película no refiere al personaje principal sino que es el nombre de una anciana senil, bisabuela del niño. Pixar es la única empresa de animación estadounidense que ha abordado la tercera edad con respeto y auténtica dedicación. Ya lo había hecho notablemente en Up; no se presentan ancianos como estereotipos u objetos de compasión, sino como verdaderos personajes, dotados de una historia personal y una relevancia crucial en la trama. Curiosamente, sobre el final (aquí viene un pequeño spoiler) la bisabuela adquiere un relieve inesperado en la historia. En la sala de cine a la que acudió este cronista hubo una reacción por parte de un hombre adulto, que señaló a su pareja críticamente el detalle de que la anciana pasara al mundo de los muertos con cuerpo de anciana, y no como una niña o una persona de mediana edad. Una reacción entendible, propia de una mentalidad moldeada por los medios y su culto a la juventud. Coco rehúye notablemente de los parámetros estéticos dominantes, y de esta clase de expectativas. 
Cierto es que varias escenas resultan previsibles y hasta obvias para un espectador avezado: el surgimiento del villano, el salvataje del muchacho cuando es arrojado al vacío, la interpretación de una canción en un momento determinante. Pero esto se compensa, ya que, curiosamente, esta es de las películas más intensas y emotivas que ha dado Pixar. La clave para esto se encuentra en el cuidado del detalle, en el diseño de personajes y su vitalidad, en el conflicto universal planteado y desarrollado. Coco es una película sobresaliente, realizada con esmero y dedicación por un equipo de maestros en la materia. 

Publicado en Brecha el 26/1/2017

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