viernes, 10 de junio de 2016

Entrevista a João Pedro Fleck

Fulltime Killer

Foto: Beta Iribarrem

Junto a Nicolas Tonsho, João Pedro Fleck es uno de los fundadores de Fantaspoa, el festival más importante de América Latina orientado a fantasía, ciencia ficción, terror y thrillers. Hoy se cumplieron doce años desde sus primeras proyecciones en Porto Alegre, y en esta edición, los programadores del festival supieron ofrecer a los visitantes más de cien películas de todo el mundo, la oportunidad de conversar con invitados de lujo, fiestas increíbles y un trato sumamente cálido y cordial. 
João, además de ser un anfitrión muy divertido y atento, es un incansable hombre orquesta. Tiene un doctorado en maketing, en este momento es docente y hace un post-doctorado, es fulltime researcher y además curador en el Cine Santander Cultural, gerencia una compañía de subtitulado y una productora. Es decir que su labor en Fantaspoa se alterna con cuatro trabajos simultáneos. Siempre atento a lo que sucede a su alrededor (esta entrevista tuvo lugar en pleno festival), suele ser verborrágico y desbordar entusiasmo a la hora de hablar de cine, de su trabajo, y de la ardua labor que supone la producción cinematográfica de género en los países del tercer mundo. 

–¿Creés que el cine de géneros, y especialmente los géneros abordados por Fantaspoa (terror, fantasía, ciencia ficción, thrillers) son discriminados por los festivales internacionales? 

 –Ya no más. Creo que en el pasado sí. Pero si tomamos hoy la mayoría de los más grandes festivales internacionales, aparte de presentar en las competencias principales una o dos pelis de género, cuentan con secciones específicas. Por ejemplo, tanto Venecia como Toronto tienen sus secciones de Midnight Screenings, con muchas películas de lo que suele llamarse "elevated genre". Entonces algunos directores, como por ejemplo Bruno Forzani y Hélene Cattet (Amer, L'Étrange couleur des larmes de ton corps), Alexandre Bustillo (Livid, A L'interieur), Anders Morgenthaler (Princess, I Am Here) están hoy no solamente en estas secciones sino también en las secciones principales. Luego esta película, Victoria, del alemán Sebastian Schipper, anduvo muy bien en Berlín el año pasado. Entonces vemos como los festivales más importantes se están abriendo a este mundo. Si vamos para sudamérica, el mayor festival, el único que es verdaderamente clase A según el ranking internacional, es Mar del Plata. Tiene una sección de género que es "Hora cero", y eso sigue creciendo porque los prejuicios que antes existían están desapareciendo. 

–Igual me parece que dentro del cine de género quedan algunos tipos de cine que, si bien tienen una calidad sobresaliente, no obtienen el espacio que merecerían, como por ejemplo todo lo que es Bollywood. Me encantó encontrar en la programación de Fantaspoa una película de Bollywood, Bahubali:The Beginning, algo que no es común de encontrar en los festivales internacionales. 

–Creo que concretamente con Bollywood hay otro problema diferente. Es cierto que hay un prejuicio contra Bollywood en general, pero no es sólo eso. Como sabemos, Bollywood produce más películas que Hollywood, pero no existe una comunicación entre India y el resto del mundo. Ellos no tienen agentes de venta que se preocupen realmente de la distribución de sus películas en el extranjero, o que envíen las películas a festivales. Eso por un lado, y por el otro, no hay realmente un interés de parte de los festivales en pasar esas películas. India cuenta con un mercado interno muy cerrado que funciona muy bien, la industria bollywoodense económicamente ya se abastece con su propio mercado, y no hay ningún otro sitio en el mundo que funcione así, (por supuesto Hollywood no trabaja así). Ellos hacen las películas, las venden y su propio público lo compra. Entonces, si se piensa bien, no es tanto una discriminación al cine hecho allá, sino que es un cine que no necesita salir, ni hay interés en sacarlo. 

–¿Y no se puede decir lo mismo de países que también tienen un público muy fuerte, como Corea del Sur, China...? 

–Pero la realidad de esos países, Corea del Sur, China, Tailandia, es que ellos exportan mucho más que Bollywood, quizá producen 150 películas al año y consiguen exportar solo 15, pero Bollywood produce más de mil películas al año, y no debe exportar ni un 1% de su producción. Otra cosa que pasa particularmente en Bollywood es que hace un tipo de cine que es muy cultural, propio de allí. Películas como Bahubali tienen escenas musicales, con números de baile en el medio. Un espectador que nunca fue versado en eso no lo entiende. Entonces el mismo director de Bahubali, S.S. Rajamouli, hizo una película hace unos años que ganó el premio Fantaspoa a la dirección de arte, y se llamaba Eega. Es una película genial, "Eega" significa "mosca", la historia trata de un tipo muy simple, muy humilde, que se enamora de una chica, y hay un hombre muy malo, dueño de una gran corporación, que también está enamorado de esta señorita. Entonces, de una manera muy rastrera, logra matar al protagonista. Pero el tipo se tranforma en una mosca: tiene dos horas y media de peli –como mosca– para vengarse. Hace cosas increíbles: no hay una película ni remotamente parecida a Eega. Entonces tenemos la historia de venganza de la mosca, pero a la mitad de la película hay un baile. Esto puede parecernos maravilloso a nosotros, pero es algo que a nivel mundial es muy difícil de vender. En China y en Corea, los productores en cambio trabajan pensando en el mercado internacional. 

–¿Cambiando de tema, dirías que el cine de terror hoy está en un estado de gracia? 

–Si lo comparamos con lo que fue ocho años atrás, está muchísimo mejor, por diversos motivos. Se está dando toda esta apertura que te dije de los grandes festivales. Películas como la austríaca Goodbye Mommy tienen un alcance muy grande. Años atrás, una película de ese tipo nunca lo hubiese tenido. Películas como Spring, o Proxy, que estrenaron ambas el mismo año en Toronto, están siendo grandes sucesos mundiales. Lo que sucede con el elevated genre es que gusta a los fans del género pero también a los que no lo son, son películas con un alcance mucho mayor. Por otro lado, se da el fenómeno de que hoy se puede hacer una película como la argentina Grasa, o la que producimos nosotros, Jorge y Alberto contra los demonios neoliberales, que son películas de calidad, que logran estrenarse en muchos festivales, y que tienen un costo de menos de 5 mil dólares. Entonces, los festivales internacionales se están abriendo también a esta clase de producciones: Terror 5, la película argentina que entró este año en Cannes fue hecha con menos de 6 mil dólares, eso no hubiese sucedido años atrás. 

–He visto películas buenísimas de terror brasileñas. ¿Tienen una ventana de difusión o de distribución en el país, o posibilidades de recuperar sus inversiones? 

–No. Lamentablemente no. Hay gente en el cine de terror de Argentina, y también de Uruguay, tipos como Gustavo Hernández y Ignacio Cucucovich, que tienen un pensamiento mercado-lógico. Más allá de si es bueno o no, si te gusta o no lo que hacen, es cine que se hace pensando en un mercado. En Brasil se están haciendo películas muy buenas: Rodrigo Aragão (Mar Negro, A noite de chupacabras) está haciendo su sexto y séptimo largometraje simultáneamente, pero no lo hace pensando en el mercado. La única manera de conseguir hacer pelis durante toda la vida, es pensando en el mercado: el arte es una cosa linda, el cine es una cosa increíble, pero si no se piensa en eso no hay forma de sostenerse. 

–¿Y qué me decís de Juliana Rojas y Marco Dutra, que vienen haciendo películas de primer nivel y además ganan premios en festivales...? 

–Lo de ellos es diferente. Por un lado tienen financiación estatal –quizá hasta un 70 o un 80% de su presupuesto–, luego trabajan con actores que trabajan con ellos sin cobrar, pero que confían en el alcance que van a tener las películas y que creen ganarán en la difusión de su trabajo. Juliana Rojas ha estrenado en Cannes, y en una de sus pelis tiene un actor muy conocido, de la Globo. Entonces mismo la Globo pone un poco de plata para pagarle al actor, porque sabe que va a ganar difusión internacional. Estas películas tienen un estreno en Brasil, pero como son muy cerebrales no tienen un alcance real, y nunca recuperan la inversión inicial. Y aunque fueran grandes éxitos de taquilla (no lo son), eso no significa que la plata volverá. Si yo soy un inversor personal de una peli, y logro que recaude en el cine 100 mil dólares por la taquilla, lo máximo que llegará a mis manos son 25, 30 mil dólares. El cine se queda con 50% de la venta; en impuestos se va un 10%; y además tengo gastos por marketing y otras cosas. Las opciones son, o tener un proyecto que no tenga costo, o meter más de 100 mil personas en las salas, con una producción de costos aún muy discretos. Para mí un gran ejemplo y un referente de América del Sur en este sentido es La casa muda, filmaron con menos de mil dólares y hicieron en taquilla, en todo el mundo, más de 50 mil. ¿Cómo hicieron? Con un trabajo de marketing excelente. 

El equipo Fantaspoa: Felipe Guerra, Nicolas Tonsho y João Pedro Fleck

–¿Cómo surge Fantaspoa? 

–Hace unos cuantos años (exactamente trece) estaba en el Festival de Cine de Montevideo; yo y unos amigos formábamos parte de un Cine Club de Porto Alegre, y viajábamos a Montevideo todos los años, especialmente para el festival. Yo fui durante siete años consecutivos. Ya al sexto año, con tres amigos estábamos ahí (Nicolás Tonsho y André Kleinert entre ellos) y pensamos en crear un Festival de Cine para Porto Alegre. En Porto Alegre nunca hubo una iniciativa de cine realmente fuerte, y dijimos: ya que vamos a crear algo desde cero, ¿por qué no creamos uno que sea orientado al cine de género? Pensamos en Sitges, Amsterdam, entonces fuimos proponiendo proyecciones, y año tras año, creciendo, reduciendo, adaptando los horarios y las dimensiones del festival a los cambios que fueran dándose. El primer año sólo fue como una muestra, el segundo año hicimos una pequeña selección de largos internacionales pero la competencia fue sólo de cortos nacionales, en el tercero ya agregamos también cortos internacionales. Cuando terminamos con el tercero, nos empezó a dar realmente mucho trabajo y a tener costos. En ese momento eramos yo, Nicolás y André, nos sentamos y dijimos: ¿qué vamos a hacer?. André, que es un tipo más grande que nosotros –será diez años mayor– dijo que si pensaba llevarse el festival a algo más grande y más en serio, él no iba a poder participar en la organización. Así que a partir del cuarto pasamos a estar al frente Nico y yo. Hoy Felipe Guerra ayuda bastante, y tenemos gente contratada para asuntos como la web y el catálogo. Pero al festival propiamente dicho lo sacamos adelante tres personas. Fue al cuarto año que realmente nos propusimos que Fantaspoa fuese uno de los festivales importantes del mundo, en lo referente a cine de generos. Entonces decidimos abrir la competencia internacional. El quinto año fue decisivo: hasta entonces habíamos hecho todo con plata de nuestro bolsillo. 

–¿O sea que Fantaspoa durante esos años no se autosustentaba? 

–No, y fue recién en abril de 2018 que surgió una posibilidad. El festival era en julio, y en abril apareció un paquete de diez películas de España que podíamos recibir acá. La mayoría eran películas muy raras, que vinieron a través del Instituto Cervantes. El problema era que esas películas tenían un costo muy grande: para ser exacto, 500 euros cada una, para una sóla función. O sea que nosotros teníamos que tener 5000 euros para poder pagar el paquete. De ninguna manera teníamos ese dinero, pero en Sao Pablo también querían pasarlas, en el Instituto Cervantes. Entonces llamé por teléfono al director del Instituto Cervantes, como yo no tenía como pagarlas lo que le ofrecí fue un subtitulado en portugués, que ellos no tenían. Estuvieron de acuerdo, pero me dijeron que necesitaban proyectar las películas en tres semanas. Le respondí "no hay problema, somos re-profesionales, en tres semanas tendrán las películas subtituladas". 
Teníamos diez películas para subtitular en unos 18 días, calculamos poco menos de dos días por cada peli. Nicolas y yo hicimos el trabajo: seis de ellas eran muy fáciles porque ya traían subtítulos en inglés, nos facilitaba la tarea. Otra tenía una lista de diálogos en español, genial. Dos de ellas tenían que hacerse de oído: ningún problema... nunca lo habíamos hecho pero lo hicimos con cuidado y quedó bien. Pero la décima, una película increíble de Edgar Neville, de 1944, que se llamaba La torre de los siete jorobados, fue la que cambió todo. Estaba basada en un texto de cerca del 1850, ¿podés imaginarte la calidad del audio de la película?, y principalmente, ¿qué tipo de español hablaban? 

–¿Español antiguo? 

–Claro. Entoces tuve que subtitular una película de 80 minutos, hablada en español antiguo, de oído. Cuando finalmente logré hacer eso en dos días, le dije a Nico: "podemos hacer cualquier cosa". Entonces hoy, con nuestra compañía, subtitulamos unas 300 películas por año, es la mayor compañía de subtitulado de todo el sur de Brasil. Con eso logramos sustentar económicamente a Fantaspoa. 

–¿En serio? ¿Fantaspoa empieza a obtener dinero cuando empiezan a trabajar con el subtitulado? 

–Exacto. No sólamente en portugués, sino a cualquier lengua que nos pidan. Hemos subtitulado al ruso, al kasajo, al rumano. Somos tres subtitulando, pero cuando precisamos algo como ruso, por ejemplo, contratamos una persona específica que se desenvuelve bien con el idioma. 

Foto: Beta Iribarrem
 
–¿El patrocinio de Petrobras es fundamental para la continuidad de Fantaspoa?, ¿qué pasará ahora que se viene una época de inestabilidad política y grandes recortes? 

–Petrobras y Banrisul. Ambas fueron inversiones que aparecieron a último momento. Petrobras apareció hace pocos meses y faltando quince días apareció el patrocinio de Banrisul. Petrobras patrocina por quinto año consecutivo, pero son inversiones que nunca están aseguradas. Se necesita un grado de flexibilidad muy importante para hacer estos festivales. Nosotros podemos hacer un festival grande o chico, dependiendo del presupuesto: estamos preparados para hacer otro festival con un 10% del dinero del que contamos hoy, en ese caso no podríamos tener invitados. 

–¿No se perdería el alma de Fantaspoa? 

–Para nada. Te explico: acá tenemos un Smartphone, si nosotros queremos ver una peli con una calidad de imagen y de sonido aceptables, cerramos las cortinas, nos ponemos audífonos y la vemos sin problema, ya sea en el Smartphone, en una tablet, en una laptop. Hoy en día hay proyectores buenos que podés tener en tu casa por mil dólares, es decir: podés tener un cine completo en tu casa por menos de dos mil dólares. Entonces lo importante del festival no es dónde vas a mirar la peli, sino qué tipo de relación humana existe a su alrededor. Fantaspoa funciona en el cine, pero también se sigue en el bar, y a lo que apuntamos es lo que podés comprobar: después de la película las personas conversan, se juntan a hablar de cine y de lo que sea en un boliche. Después de las funciones vamos a bailar todos juntos. La gente que convoca y su interacción, y ese trato personal y hasta familiar, son lo más importante de nuestro festival.

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