viernes, 10 de enero de 2014

El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, Martin Scorsese, 2013)

Relocos y repasados 

 


Esta película no es sólo un síntoma de nuestros tiempos, sino la prueba del cambio radical en la mentalidad estadounidense respecto a Wall Street provocado por la crisis bursátil de 2008, y el profundo trauma que dejó en la población. Que Martin Scorsese haga hoy una película centrada en los brokers, desmitificándolos y presentándolos como perfectos energúmenos, delincuentes equiparables -y con muy pocas diferencias- a los gángsteres de sus películas Calles peligrosas, Buenos muchachos o Casino, supone un cambio radical -y bienvenido- con respecto al Hollywood que había lanzado hace tan sólo siete años una película abominable llamada En busca de la felicidad, en la que Will Smith interpretaba a un hombre de a pie, desempleado pero genio de las matemáticas, que se hacía su lugar en Wall Street alcanzando el "sueño americano", erigiendo finalmente su propia empresa de corredores de bolsa y llevando así un plato de comida para su hijo. Efectivamente, daba asco. 
El lobo de Wall Street podría leerse como el reverso perfecto de aquella otra película. Centrada en la figura real de Jordan Belfort (Leonardo Di Caprio), un agente de bolsa de Nueva York, se expone su trayectoria desde sus inicios en los años ochenta cuando fue un simple vendedor de acciones cotizadas en centavos, su paulatina escalada multimillonaria y finalmente su aparatosa caída a fines de los noventa. No es menor el hecho de que el personaje recurra, al comienzo de la película, a un montón de dealers de poca monta, perfectos lúmpenes para su emprendimiento bursátil. Gente que no sólo carecía de aptitudes para las matemáticas, sino que además no tenía formación alguna, y mucho menos escrúpulos. Se sigue así una comedia desopilante con puntas dramáticas -aunque aún en los momentos más terribles y violentos continúa siendo graciosa-, y con un humor basado principalmente en esa misma premisa: la cortedad de miras y la ausencia de moral de los personajes. 
Scorsese, que supo ser un empedernido adicto a la cocaína en los años setenta y que llegó incluso a una sobredosis que lo dejó hospitalizado, conoce en carne propia el descontrol toxicómano, la vida entre prostitutas y el desmadre general constante que puede vivirse en esta película. Hay momentos desopilantes así como secuencias en las que el descontrol satura, tornándose desagradable e incómodo. Esa notable dualidad entre la simpatía y el rechazo que generan el protagonista y toda la película despierta una atracción morbosa constante, estableciendo cierta complicidad, alternando euforia con incomodidad y hasta una pizca de compasión durante los desbordes de patetismo. 
Uno de los mejores actores secundarios presentes, Matthew McConaughey (y esos que los hay a raudales, pero no podría nombrar a todos por cuestiones de espacio) da al comienzo pistas, claves esenciales para sobrevivir al trabajo en Wall Street: tomar mucha cocaína y masturbarse varias veces por día, por ejemplo. También enseña una especie de canto ritual indígena vaya uno a saber de qué origen, que será reproducido más adelante por el protagonista. Clara referencia a que no hay nada de sofisticado, de sustancioso o de profundo en este trabajo, sino que por el contrario se trata de un oficio en el que se recurre a varios de los aspectos más básicos del ser humano: la ambición más desacatada y la búsqueda irreflexiva de adrenalina. 

Publicado en Brecha el 10/1/2014

2 comentarios:

Ignacio dijo...

Gracias, capo... por bardear la película de Will Smith. La odio, y eso que nunca la terminé de ver. La odio porque nos la pasaron en un curso de capacitación, más bien adoctrinamiento (más bien lavado de cerebro) en una empresa que por suerte duré solo tres meses. Nos dieron una versión editada de 10min donde buscaban a toda costa que te emocionaras. Indescriptible. Un horror la experiencia. Abrazo!!

Unknown dijo...

A mi me gusta que genere una reflexion sobre la estafa del sueño americano que sigue existiendo. Tambien lo mostró Woody Allen.Se ha llegado como a una vuelta de tuerca. Me acuerdo que cuando la de Will Smith terminó yo me quedé con la boca abierta y lo único que se me ocurrió decir "¿Pero esta es la Felicidad?¿Ser como el American Psicho?" Esta peli nos compensa a los descontentos de entonces.