lunes, 3 de septiembre de 2012

Black Mirror (2011)

El lado oscuro


“Si la tecnología es una droga –y se siente como una droga– entonces, ¿cuáles serían sus efectos secundarios?”  Charlie Brooker, creador de Black Mirror.

El espejo negro del título refiere a un monitor apagado. Y hay algo de incómodo y de macabro en ellos, si uno los observa con detenimiento devuelven la imagen propia y del entorno pero en penumbras; puede verse a uno mismo envuelto en un mundo de oscuridad. Los monitores apagados son como una molesta presencia latente, y será por eso que la gente se empeña tanto en mantenerlos encendidos. Para colmo cada vez son más: están colgados de las paredes, escondidos en los bolsillos, reposando sobre los escritorios.
Esta impactante e incisiva miniserie británica nos invita a que por un rato veamos reflejadas nuestras subjetividades en ella, a enfrentar las penumbras que rodean al fenómeno de los medios masivos y a reflexionar, a partir de parábolas profundas relativas a la tecnología y sus efectos, cómo ella determina nuestra forma de ser, y cómo ha transformado nuestra cotidianeidad.
Black Mirror consiste en tan sólo tres episodios, independientes uno de otro. Los tres están provistos de una factura impecable, presentan guiones dinámicos, inmensamente originales, dotados de giros sorpresivos y desestructurantes. El primero de ellos, El himno nacional, comienza abruptamente con el primer ministro de Inglaterra recibiendo una llamada urgente en plena madrugada. Pronto cae en la cuenta de que fue secuestrada la princesa Susannah, integrante de la familia real, y que se hizo público un video transmitiendo exigencias delirantes e inadmisibles por parte de los secuestradores, que lo conciernen directamente: si quiere salvar la vida de la princesa, él deberá fornicar -literalmente- con un cerdo, transmitiendo el acto en vivo a través de las principales cadenas de televisión nacional. De ahí en más, el episodio hace un recuento de una serie de reacciones, en el círculo político del ministro, en los estudios de televisión, en la calle, las de su propia esposa. Por sobre todo, se explora cómo los medios masivos y los grupos de poder se organizan y bailan en función de una cambiante e insustancial entelequia: la sagrada “opinión pública”.
Quince millones de puntos en cambio se sitúa en una ambientación futurista: un muchacho negro vive encapsulado en una suerte de campo de trabajo en el que debe sentarse a diario y pedalear sobre una bicicleta fija, hipnotizado por monitores de programación limitada. Su libertad se reduce a pedalear más o menos, quitar o dejar fluir las invasivas publicidades que se le aparecen -hasta en su propia habitación-,  elegir uno de los cinco o seis programas televisivos existentes. Uno de ellos, el fundamental, el más popular, es el típico concurso caza-talentos en el que un jurado detestable se descarga impiadosamente contra el mediocre de turno. Aquí la serie refiere a la homogeinización del gusto, a la capacidad de los medios de anular el verdadero talento, de cooptar buenas ideas, de transformarlas en algo burdo y caricaturesco -incluidas las más aguerridas manifestaciones críticas- y a la creación de sueños artificiales. En determinado momento una chica de voz privilegiada es señalada en el concurso como un verdadero talento, y es destinada entonces a ser la nueva estrella... ¡de un programa pornográfico! Algo que no se aleja demasiado a lo que ocurre en el mundo actual con muchísimas jóvenes aspirantes a modelos o a bailarinas.
Tu historia completa es la tercera y última entrega. En ella el dispositivo de la "memoria perfecta" se ha convertido en tecnología de uso generalizado, un chip implantado que permite a los usuarios guardar todos sus recuerdos, archivarlos, y rebobinar en cualquier momento para poder acceder a ellos y revisarlos. Pero para el protagonista se convierte en el detonante definitivo de una crisis conyugal aguda. Dispositivo mediante, llega a tener conocimiento de la existencia de un affaire pasado de su mujer,  corroborando los hechos mediante su implacable y dolorosa visualización.
Charlie Brooker, impagable creador de esta serie y guionista de los primeros dos episodios, es un afamado columnista de The guardian. Hay veces que la ficción sirve como prueba más que convincente de ciertas abominaciones invisibles pero existentes, y su Black Mirror da cuentas nada menos de cómo nuestra vida privada está siendo moldeada y fagocitada por los medios masivos, y hasta qué punto lo que parecería facilitarnos la vida en realidad puede llegar a complicarla o a destruirla.

Publicado en Brecha el 31/9/2012

3 comentarios:

Caín Valentia dijo...

He tenido oportunidad de verla y me parece excelente. Corta, pero cada capítulo te da una visión muy exacta de los niveles y poder que llegan a alcanzar los medios de comunicación y las personas que observamos. Como casi seimpre, Diego, das unas recomendaciones muy buenas. Sigo tu blig desde hace tiempo, así que, ya que casi nunca escribo, aprovecho para felicitarte.

Anónimo dijo...

Imposible no recordar "The Matrix" al ver estas tres pequeñas obras de arte. Felicitaciones Faraone pocas personas se habían detenido en esta excelente producción.

Diego Faraone dijo...

Muchas gracias a ambos :) Gracias por leer y comentar. Abrazo!