miércoles, 8 de abril de 2009

Vibrator (Ryuichi Hiroki, 2003)

Dos y el camino


Rei (Shinobu Terajima) es periodista, sufre de bulimia y anorexia al mismo tiempo -lo que quiere decir que se mata de hambre, luego se tapa de comida y vomita- no puede dormir porque siente voces en su cabeza y para silenciarlas bebe alcohol en grandes cantidades. Al comienzo de la película conoce casualmente a Takatoshi (Nao Omori) camionero, ex yakuza y ex proxeneta, quien, entre los múltiples transportes que realiza, traslada heroína hacia distintas ciudades. Se deja en claro la brecha cultural que existe entre los dos; la idea de que pertenecen a mundos opuestos e incompatibles. Pero el sexo los unifica y Rei le pide a Takatoshi que la lleve consigo en su camión, despegando así este brillante relato.
Al comienzo todo es intensidad, pasión, energía. La alegre banda sonora y una hermosa fotografía auguran una road movie apacible y risueña. Pero al rato comienzan a surgir las dudas. La felicidad más pura presenta un reverso terrible en las relaciones que se intuyen transitorias: la inminencia de la separación, el tener que afrontar más adelante la soledad, el rechazo o la indiferencia, el golpearse de frente con la propia vulnerabilidad. Vibrator es una película tan ciclotímica como su protagonista, y lo que parecía una luminosa amalgama de sentimientos pronto dejará asomar facetas terribles. El director Ryuichi Hiroki expone como un amor profundo puede unir a dos personas o separarlas de acuerdo a las circunstancias. Aunque hermosa, la relación entre Takatoshi y Rei parece condenada.
Hiroki utiliza un recurso sumamente novedoso que consiste en expresar los pensamientos de la protagonista desde una voz en off: “quiero tocar a alguien” y otros, más íntimos aún, en intertítulos que aparecen circunstancialmente, insertos en un fondo negro: “claro que quiero beber, sobria no valgo nada” o, en medio de una escena de sexo, un ominoso “tengo un nudo en la garganta, igual que cuando vomito”. Esta aproximación, en la que se expresan varios niveles de conciencia, lleva al espectador a un extraño voyeurismo, y le permite introducirse hasta lo más recóndito de la psiquis de la protagonista.
Como Takashi Miike, Hideo Nakata, Kiyoshi Kurosawa y otros tantos cineastas japoneses cercanos a su edad, Hiroki comenzó su carrera filmando películas pinku-eiga (o porno soft), género popular al que muchos aprendices de cineasta veían como vehículo para acceder a la industria. Incluso llegó a filmar películas gay y hasta sadomasoquistas, logrando con los años ir abandonando el género e ir depositando una creciente marca autoral en sus obras. Hoy sus películas se caracterizan por dejar un sabor agridulce, por alternar momentos vitales y agradables con picos de dramatismo. Su mayor fuerte es el delineamiento de caracteres femeninos excéntricos o psicológicamente inestables, respetando su complejidad, logrando que se vuelvan sumamente queribles y presentando aspectos en los que cualquiera podría verse reflejado. Son mujeres que suelen desplegar su sexualidad en forma madura, sin autoimponerse culpas, aprendiendo de sus experiencias, creciendo a partir de ellas.
El paso de Hiroki por el pinku eiga deja claras huellas en Vibrator. Las escenas de sexo se prolongan mucho más de lo que uno está acostumbrado a ver en el cine, están filmadas desde una cercanía atípica (sin ser nunca explícitas) y son sumamente elocuentes sobre el estado anímico de los personajes. Los gestos durante el acto sexual, lo que ellos se dicen, la forma de escrutarse, son herramientas que Hiroki utiliza dando inmensas muestras de sabiduría expresiva.
El “Vibrador” del título puede leerse de varias maneras. El celular de Rei vibra a la altura de su corazón, justo en el momento en que Takatoshi la toca por primera vez. La carcasa del camión es un gran vibrador que contiene y representa un universo llamativo, disparador de fantasías. Y vistas en perspectiva, ciertas relaciones afectivas, inconsistentes y efímeras, pueden percibirse como simples vibradores utilizados para satisfacer necesidades inmediatas, como vehículos para zafar del tedio, de la febril alienación y de la atroz disgregación social.


Publicado en Brecha 8/4/2008

6 comentarios:

El Viejo @gustín dijo...

cine de culto?

babel dijo...

Parece interesante. Si además anda cercana a los autores de su quinta, más todavía, tomo nota pues...

Saludos!

Pd: "Ciclotímica"... Ummm

Diego Faraone dijo...

viejo, cine de culto, podría decirse, porque no es demasiado conocida y los cultores somos unos cuantos.

Babel: Esta película está echa para ti, no te quepan dudas.
Después de que la veas me lo vas a agradecer, te lo aseguro.
Luego de que te fanatices, te diría que sigas con It's only talk, y me agradecerás por segunda vez. Un abrazo!

Juniper Girl dijo...

Me incluyo entre los cultores, por algo es una de mis "películas de cabecera".

Juniper Girl dijo...

Pusiste el poster de kore-eda. Te me has adelantado :P

Claudia dijo...

Hay películas que deberían proyectarse tipo "ateneo" para los estudiantes en las facultades. Esta es ideal para la facultad de psicología, muy bien pintada la muchacha bulímica y su relación con el camionero. Ojo, bulímica, no anoréxica.Y muy bueno todo el proceso que acontece entre ellos, paralelo al de devoración y posterior vómito que realiza ella con la comida.Si no querés llamarla ciclotímica llamala distímica pero no me digas que no hay trastornos del humor, del ánimo o afectivos incluso. Es BIEN bulímica, de libro te digo.La película en sí me pareció buenísima.Claudia.